«La topografía del propio Scrope consistía en una cabeza grande de cabello rapado, un bigote rubio platino, una espalda destrozada por una galopada tipo taladro neumático a lomos de un pinto de orejas pingajosas, corcoveante y dado a pegarse a los cercados, sobre el que John Wrench había apostado correctamente, dos décadas atrás, que Scrope no conseguiría mantenerse, unos pies destrozados por toda una vida de calzar apretadas botas de vaquero, y unos brazos simiescos cuyas muñecas ningún puño de camisa llegaría a acariciar. Sus facciones, la boca pequeña y bien cincelada y los ojos de color agua, tenían un aspecto comprimido, pero los musculosos hombros y el pecho torneado proclamaban una fortaleza masculina que había atraído a no pocas mujeres en el transcurso de los años. Su matrimonio, breve y sin descendencia, se vino abajo en una hora. A partir de entonces Car se dedicó a mirar la luna a través de una botella noche tras noche, a ver vídeos porno y a comer, además de grandes cantidades de carne de vaca y de cerdo, comida basura en envases de plástico que le provocaba picantes sarpullidos y retortijones intestinales cargados de hebras anaranjadas, como si hubiera comido y digerido un zorro.»