«Pues bien, señor, el caso es que estaba despierto, igual que la noche que he puesto como ejemplo, moviéndome en la cama y dándole vueltas a la cabeza, hasta que no pude soportarlo más. Así que me dije:
-Nick, Nick Corey, las preocupaciones acabarán desquiciándote, así que será mejor que pienses algo y pronto. Tienes que tomar una decisión, Nick Corey, porque, si no, lamentarás no haberlo hecho.
Así que me puse a pensar y pensar, y luego pensé un poco más.
Llegué a la conclusión de que no sabía qué coño hacer.»
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—Usted no es un agnóstico, sino un ateo militante. ¿Por qué es necesario movilizarse contra la religión?
—Eso depende de su definición. Agnóstico significa “no sé”. Una definición que yo apoyo dice que es quien no tiene creencias positivas en un dios. El ateo siente una creencia positiva de que no hay Dios. Yo no tengo esa creencia. Lo que tengo es una ausencia de cualquier razón para creer en Dios, como tampoco en las hadas. Como científico, me conmueve la belleza del mundo y del universo. Como educador, veo perverso que a los niños se les eduque en falsedades cuando la verdad es tan hermosa.
Richard Dawkins. Entrevista en El País del 22-09-14.
-¿Qué demonios llevarán en esa diligencia?
-Eso es fácil de averiguar. Te acercas como si fueras a echar un vistazo y si la emprenden a tiros… es oro.
Sergio Leone. Por un puñado de dólares.
«-Si yo hubiese tenido mi ganado, Laura –dijo con una voz que le resultaba desconocida-, podría… Bueno, todo podría haber sido diferente, pero el dinero era de Edwards.
-La mayor parte era de Blossom- le corrigió ella con calma-. Yo heredé la misma cantidad de mi abuelo que ella, y me preguntaba qué podría hacer con él.
Priam la miró con la boca abierta. Ella volvió la vista con inocencia hacia atrás.
-¿A pesar de todo? –preguntó escéptico-. ¿A pesar de que… la casa está medio quemada?
-La casa está en pie a medias –le corrigió ella.
-Esa es una forma de verlo –reconoció él. La tomó de la mano, carraspeó y comenzó: -Laura…
Ella le tocó con la punta de los dedos un lado de la cabeza.
-Por favor, sonríe un poco, Priam. No es un funeral de lo que vamos a hablar ahora –le insinuó.
Su sonrisa fue como un disparo que asustó a un mapache que estaba entre los álamos.»
Dorothy M. Johnson. Fragmento de Más allá de la frontera, en Indian Country.
«Algunas reglas son buenas, chico – le decía Wally besándole (lo que hacía a menudo, sobre todo en el agua)-. Pero algunas solo son reglas. Tienes que quebrantarlas prudentemente.»
John Irving. Fragmento de Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra.
«-Oh, Señor, ayúdanos durante todo el día, hasta que las sombras se alarguen y llegue la noche… -empezó a decir la Sra. Grogan en voz baja, pero el Dr. Larch no quiso oirla.
-Cualquiera que sea la alternativa, si la hay… no es la oración -dijo.
-Para mí siempre ha sido una alternativa -dijo la Sra. Grogan desafiante.
-Entonces dígala para sus adentros -replicó Larch.»
John Irving. Fragmento de Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra.
«Finalmente se deshicieron del aparato. Enfermera Edna y la Sra. Grogan se estaban volviendo adictas, y Larch consideraba que para los huérfanos la televisión era peor que la religión organizada.
-Para cualquiera es mejor que el eter, Wilbur -protestó Enfermera Edna, pero Larch se mantuvo firme.»
John Irving. Fragmento de Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra.
«La adolescencia», escribió Wilbur Larch, «¿se presenta cuando por primera vez en la vida descubrimos que tenemos algo terrible que ocultar a los que nos aman?
John Irving. Fragmento de Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra.
«El director del coro permanecía de pie al lado del piano. Era un hombre flaco y calvo, no llevaba camisa aunque usaba un cuello de camisa blanco sucio (probablemente para absorber el sudor) y mantenía los ojos entrecerrados, como si rezara, mientras aporreaba violentamente el aire con los brazos… como si al aire, plagado de humo de cigarros y del olor a orina de la cerveza de barril barata, le resultara difícil moverse. El coro seguía la pista de sus brazos salvajes.
Un Dios escrupuloso o crítico, pensó Wilbur Larch, nos mataría a todos.»
John Irving. Fragmento de Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra.
«A Eleanora Figg le bastó echar un vistazo al Infiniti de los Fair para catalogarlos como sibaritas que se alimentaban de pezuñas de camello y aceitunas importadas. Ella vivía a base de carne de vaca sacrificada en su propiedad, patatas hervidas y café solo. Siempre iba vestida con tejanos, botas pringadas de estiércol y un raído chaquetón impermeable. Cuando se conocieron, Mitchell pudo apreciar la notable fuerza de la anciana en el apretón de manos que le dio con sus dedos duros y ásperos.
-¿Qué tal tiene los dientes?- le preguntó Eleanora Figg-. ¿Bastante afilados?
-No lo sé- repuso Mitchell, desconcertado por la extravagante pregunta-. ¿Por qué?
-Siempre andamos buscando gente que nos ayude a castrar los corderos.»